Desde hace muchos años, se tiene la idea de que si queremos perder peso, lo que debemos hacer es disminuir las calorías de nuestra dieta, principalmente a costa de las grasas e hidratos de carbono. Este tipo de restricciones deja nuestros platos sin sabor y muy poco apetecibles, haciendo que el proceso sea aburrido y con poca motivación. Pero…¿Qué ocurriría si te dijeran que para perder peso hay que tener en cuenta otro tipo de factores, no siendo necesario sacrificar estas preciadas calorías en forma de grasas?
Desde el boom de los productos lights hace ya un cuarto de siglo, se ha venido demonizando todo lo que contenga grasa, haciéndonos creer que si consumimos un alimento con alto contenido graso, directamente se va a depositar en nuestra tripa o caderas. Este tipo de marketing creó una mala imagen de las grasas, generando un rechazo a todas ellas, ya sean malas o buenas, siendo estas últimas necesarias para muchas funciones, entre ellas funciones hormonales.
Otra característica que hace de las grasas un macronutriente a no evitar es que están implicadas en la saciedad, siendo necesario consumirlas a través de una alimentación saludable habitual, ya sea para perder peso o mantenerlo. Si consumimos alimentos que no contengan grasa tardaremos más tiempo en sentirnos saciados, haciendo que tengamos hambre constantemente, y pudiendo crear situaciones de ansiedad o de difícil gestión emocional.
Por otra parte, tenemos dos tipos de grasas, beneficiosas y perjudiciales. Dentro de las grasas beneficiosas tenemos los frutos secos (crudos o tostados), el aguacate, el aceite de oliva virgen o virgen extra o el pescado azul, entre otros. El hecho de no consumir este tipo de alimentos, haría que desplazásemos su consumo y optáramos por productos nada saludables y contradictoriamente indicados para «hacer dieta», tales como yogures lights o galletas y refrescos sin azúcar. Este tipo de productos son pobres a nivel nutricional, pudiendo crear deficiencias nutricionales y baja adherencia al tratamiento nutricional por no ser saciantes. Consumir grasas beneficiosas como las mencionadas anteriormente, y no consumir estos productos no saludables, mejorará nuestra salud, ya que estaremos incluyendo los nutrientes que necesitamos para nuestras funciones diarias.
Por último, también debemos tener en cuenta que no todas las grasas son beneficiosas, existiendo las llamadas grasas trans (se encuentran en bollería, galletas, productos preparados…) y grasas saturadas de la carne y derivados cárnicos (mortadela, pechuga de pavo, jamón york) que deben de ser evitadas, ya que por su propia composición nutricional son nocivas para nuestra salud. También debemos saber que aunque no se deban eliminar las grasas beneficiosas de nuestra alimentación existe un límite de consumo, al igual que con otros grupos de alimentos, que debe ser establecido por profesionales en el área de nutrición, en función de las necesidades individuales.
Como conclusión, si queremos perder peso no debemos eliminar las grasas buenas de nuestra dieta ya que son necesarias para nuestro organismo, van a aportar saciedad y van a desplazar el consumo de alimentos no saludables. Siempre debemos consultar a nuestra/o dietista-nutricionista para que el tratamiento sea lo más personalizado posible y adaptado a nuestras necesidades.